Una caña de bamboo me escuchaba mientras exponía delante de un río las razones por las que hice lo que terminé. El viento se llevaba mis silogismos, los hacía rebotar sobre una botella y luego los dejaba del otro lado del río, donde yo no podía alcanzarlos.
Las hormigas se agobiaron de tanto ruido y lo cargaron hasta el nido de un flamenco. Empolladas no soportaron el calor y se derritieron, yo eso nunca lo supe, por eso seguí hablando y pensando que estaba haciendo bien. Es que me cuesta entender que alguien pueda sentir en porcentajes cada segundo de respiración.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario