viernes

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Ese día pudiste pensar que te quería y elegiste un no antes de decir nada.
Mi cabeza decodificaba señales que no llegaban a ningún lado, mientras mis piernas temblaban esperando lo contrario.
Si pudiéramos respirar lo que pensamos, si un hilo de pensamiento conectara una cabeza con la otra como lo puede hacer una mirada, por lo menos tendría algo en claro.
La persiana de mi cuarto ya no se puede abrir y el portero de al lado no puede venir a cambiarla; me voy a quedar unos días más a oscuras hasta que me harte de las sombras.


Nota: Si el no poder respirar hizo que el esfuerzo lo haga mi cabeza, salió bien.

lunes

Mirá vos

Todos vamos a ser monos de circo mientras una alfombra no ponga en circunstancia triste nuestros pies con piojos.

martes

Julio

A veces me daba la impresión de que Julio quería salir corriendo por Gallo hasta llegar a Corrientes, y cuando llegara a donde antes estaba la Cantina Don Carlos empezar a abrazar a todo el mundo. Sí, tenía problemas: a los 30 años no sabía atarse los cordones sin que un lazo le quedara afuera del moño mariposa, y como era de esperar salía corriendo. Si llegaba hasta Corrientes era por impulso de la caída, nada más. Pero él sabía que no tenía todas las luces, decía que tenía la más necesaria, todas las demás se podían aprender con esfuerzo, pero si no tenías el alma blanca de nacimiento, ya estabas en desventaja.
Julio adoraba dormir la siesta a partir de las 6 de la tarde, despertarse cuando ya estaba oscuro y saltar de la cama sobresaltado pensando que llegaba tarde a desayunar al bar de debajo de casa. Caer sorprendido y descolocado cuando escuchaba al maestruli de Susana Giménez que le decía a su sentido del horario que no había dormido tanto como él pensaba.
Era hermoso ver a Julio con hipo, todo un habilidoso tomando agua con el vaso al revés, alguna vez pensó ir a “30 segundos de fama” pero era demasiado tímido, ni hablar del tema de contención de líquidos. Él nos quería hacer pensar que era porque le tenía miedo a la risa de la enana del programa, pero en realidad era que no se animaba, un poco de razón tenía.
En fin, ahora me voy a visitarlo un rato. Por teléfono me dijo que estaba lastimado, que había podido hacer lo que él quería pero que alguien tenía razón cuando le dijo que a veces lo que queremos no es lo que nos conviene. Antes de cortar estaba muy contento, no se aguantó la ansiedad y me lo contó. Le sangraban las rodillas del porrazo pero pudo llegar corriendo hasta la esquina de Bustamante, abrazar al vendedor de quiniela, y que el éxito no era como él pensaba.