martes

Peligro. No tocar

Levante la mirada de la mesa, corrí los codos para los costados, cerré los ojos y vi que los objetos son recipientes que se llenan con algo que nace de nosotros. Son como esos magnetos que atraen fuerzas que uno no puede controlar. Mis ojos se clavaron en una taza azul y la vi triste, es más, creo que la entendí.
Por un momento vi que tenía cara larga y electrizante, pero su revelación no duró más que unos segundos y todavía dudo de que sea cierto.
Algo ocultamos, muchas veces dejamos salir gotas de lo que pensamos, aunque las verdaderas cataratas se quedan adentro viajando con nuestra sangre a mil por hora.
Un poco de esas correntadas se escurre por la piel y llega a los objetos empapándolos de sentimientos y humanidad. Las personas, cuando tocamos algo, podemos transmitir a los objetos los sentimientos que tenemos guardados. Aunque no lo sepamos, hay algo que queda en ellos cada vez que los tocamos. Residuos de dolor, alegría, envidia, terquedad. Con el simple tacto o roce, ellos dejan su estructura inmóvil de sentimientos para pasar a guardar los más íntimos y celados pedazos de sentir que cada uno lleva consigo.
Ustedes tengan mucho cuidado con lo que toquen, eso que hay guardado adentro puede conectarse con algo de ustedes y viajar bien profundo removiendo ese sentimiento apestado de polvo que creían olvidado.
Por ejemplo, ayer me pasó algo que terminó de convencerme. Rompí un plato y creo que adentro de él guardaba bastante rencor porque cuando lo toque, me empezó a salir sangre. El plato mío, no era.

jueves

Eso que leí no existió nunca

Hace un tiempo que voy por las hojas escribiendo con la mirada lo que quiero leer. Hoy leí algo acerca de los abrazos que hizo que algunas gotas tibias abrazaran mis ojos. Me hizo escribir algo, pero lo perdí; un cancelar se lo llevó al purgatorio de las cosas sin importancia aunque algo me dice que los abrazos no están ahí, que tengo que empezar a buscarlos. Empezó la primavera, es un buen lugar para jugar a Sherlock Holmes, pero espero no aburrirme rápido como Agustina. El aire tibio todavía no empezó, pero yo ya saqué la ropa, los libros de verano, las flores en macetas y unas gotas chiquititas y saladas para que tengan algo de tomar. Igual, siento que me estoy olvidando de algo, algo que nunca tuve pero sé que en algún lado está.
Lo que ahora estás leyendo creo que nunca lo escribí, otra vez fueron mis ojos tratando de leer. Mis pupilas empezaron a tomar vida propia, supongo, que una noche de alcohol. A pesar de todo, eso que mis ojos me hicieron leer de los abrazos era lindo y aunque ahora se haya ido, sigo pensando que alguna vez pudieron estar ahí conmigo.