domingo

Líneas Aéreas Pluma, radiovuelos.

Tengo una pluma en mi poder.
Es mía y de nadie más. El viento le dijo donde caer y yo estaba justo ahí, sentada en los últimos asientos del colectivo, uno antes de la ventana derecha y nadie al lado del vidrio.
Podría haber caído en el cuero mullido y cansado de cachetes pesados; ese lugar estaba libre, mis piernas no.
Entró por la ventana sin pedir permiso rompiendo las cortinas invisibles del vaho vehicular.
Me cayó a mí, me buscó, me encontró. Volvía a casa pensando en una neurona en particular y sin buscar una respuesta, todavía no sé si la encontré.
Fue una sorpresa, la avenida Corrientes estaba aburrida, yo me moría por revivir.
Derecho hacia mi, una sacudida a mi trance y la dejó como si fuera la cabeza de mi neurona apoyada en mi regazo pidiendo un poco más de cariño y compañía.
Agarré la pluma y queriendo proteger todos los pensamientos que el viento me trajo, la quise como una amiga. Tengo una pluma, me la guardé en la cartera esperando que me lleve volando al lugar del que vino.

viernes

Todo cierra porque es viernes

Hoy caminaba hacia la agencia y pasó algo que cambió el resto de mi día.
Derecho por Amenábar a una cuadra de la plaza, bajo la mirada de un portero que acababa de barrer la vereda, cayó la hoja de un árbol de marzo.
Derecho del cielo al suelo, con la música que le daban los movimientos, flotó en una cámara lenta demasiado rápida para mí y la vi volar: con las puntas apuntando su centro y mirando su cielo giraba sobre sí misma rápido, cada vez más rápido. Centrifugaba el aire para que yo respirara distinto, y tenga un buen día.

lunes

2 en 1

-Aaaaahhhhhhhhh!!
-¿Qué pasó?
-Nada má, se me quedó la cera pegada, me estoy depilando.
Mora una chica de 28 años que nació pelada y hoy lleva el pelo hasta la cintura grita.

Su madre envidia el pelo que no heredó de nadie, nunca pudo entender cómo a los 17 años la cabeza se le infectó de rastas hasta cuando se recibió de abogada.

-¿Te vas a bañar?
- Sí
-Bueno, apurate que tengo que lavar los platos.
-No, primero lavá los platos que yo todavía me estoy depilando.

Después de media hora la cera se enfrió y en la casa se escuchó el sonido de la ducha. Mora se lavó primero la cabeza, costumbre, en realidad consejo del peluquero amanerado que le dijo: “Después de lo que le hiciste a tu pobre cabello, querida… se nota que está somatizando, tantos años de encierro en jabón neutro. Ahora tenés que mimarlo, dejarlo que saque las mañas, sino se va a querer tomar revancha y te vas a quedar pelada. Cuando te bañes lo primero que tenés que hacer es ocuparte de él, lavarlo con cuidado y con masajes circulares para que crezca fuerte. Usá siempre crema de enjuague, comprate una buena. Acordate de hacerle sentir a tu cabello que es importante, dedicale tiempo.” Sintió su voz en su oído como si su pelo, que le rozaba la oreja, se lo estuviera repitiendo.
Sin saber porqué, Mora le hizo caso a los consejos de Paul y se puso en la cabeza crema de enjuague. Usando sus dedos cual rastrillo, los introdujo entre sus rulos peinándose debajo de la ducha. Cuando terminó, encontró en sus manos montones de pelos sueltos que sin dudar pegó en los azulejos. Después de dejar cuatro veces pelos en los azulejos se quedó mirando la pared. Cuando miró se dió cuenta de que los pelos forman dibujos, muy buenos por cierto, que prefirió haberlos hecho con un lápiz y no con el azar de la crema de enjuague. Pensó, muy dentro suyo, que eso era arte, que una parte de ella se manifestaba mientras se duchaba
Con los días el arte se volvió un ritual del que no pudo escapar cada vez que encedía la ducha. Entre los rulos encontró siluetas, caras, paisajes; dibujos sin sentido que anhelaba dibujar en lápiz, pero no, fueron sus pelos a los que el azar transformaba en dibujos, la suerte decidió que sus pelos fueran más artistas que sus manos.
Mora se duchaba y miraba fijamente los azulejos, blancos, mojados. Vió que dos cuerpos se entrelazaban en su cabello y con un nuevo manojo de pelos vió que otro cuerpo los observaba.
Vió una cabeza de marciano, una nueva tipografía, un tótem y una foto panorámica de Bariloche.
Era un vicio que no tenía control y su madre llegó a pensar que sufría alguna especie de fobia contra los gérmenes.
Hasta que ayer, después de haberse bañado 15 veces, levantó los brazos con sorpresa y se llevó las manos a la cabeza; recordó que tenía turno con su peluquero Paul.
Salió de la ducha y lo llamó para cancelar. Ya no tenía sentido, ya estaba pelada.