lunes

Un raid a la fama

Había una vez una cucaracha muy famosa. Aunque tenía todas las patitas de atrás tenía un caminar bastante raro; los que la conocieron todavía dicen que era el peso del glamour. Siempre morena de cortas piernas y sutiles pasos rápidos, llegó al estrellato de casualidad, nunca trabajó, tampoco le interesó. Empezó en el under con Kafka, un drama, un problema existencial sobre la vida humana que ella no conocía. Tampoco conocía el idioma ruso, por eso le fue tan fácil la interpretación. Luego del rotundo éxito no podía volver a su mundo; se instaló en Hollywood donde captó la atención de bastantes publicistas y headhunters que le ofrecieron ser la cara de innumerables comerciales para anti-insectos. Pero no quiso ser conejo de indias de nadie, no pensaba arriesgar la vida que tan poco le había costado construir. 10 meses más tarde tenía hambre, y una nueva oferta llegó a ella. Un contrato tiraba por la borda todo lo que tenía, y en pocos días todas sus certezas y convicciones quedaron aplastadas por un comercial de 30 segundos. Aunque el hambre y la falta de fama le obligaron a tomar esa extrema decisión un poco de aquel genio arrogante pudo imponer que durante la grabación, las escenas de riesgo sean interpretadas por otra cucaracha. Dos días más tarde durante el entierro de su doble, la cucaracha, hasta el momento sin nombre, recibió la oferta clave de su hollywoodense vida, a partir de ese instante hasta ese otro, protagonizó películas viviendo en un paraíso aparte con meteoritos y plagas propias donde nada, ni Nadia, ni nadie puede contra ella*.

*Por pedido de su manager, en este relato no se profundiza sobre su trágica muerte en manos del producto que ella misma promocionó.

1 comentario:

CeCe dijo...

Cuando menos uno lo espera, flor de pisotón te dan los cielos. Y ahí es cuando te empezás a replantear un montón de cosas. "Sigo cascoteando lo que venga con un gran escudo a lo He-man o le hago el amor a un abeja, que si bien no somos de la misma especie, tengo miel para toda la vida?.

Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre en la calle y en vos. . . Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus, medio melón en la
cabeza, las rayas de la camisa
pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano.
¡Te reís!... Pero sólo vos me ves...
Salís, y algo te marea. Yo lo prefiero, ya que si no te marea, te mata de angustia.